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NUNCA VOLVERÁ A NEVAR de Malgorzata Szumowska

RECORDANDO A POLANSKI

La escritora, productora y directora polaca Malgorzata Szumowska es una de las cineastas polacas más destacadas de la actualidad. Nacida en Cracovia en 1973, ha escrito, producido y dirigido cine tanto de ficción como documental, recibiendo varios premios en diferentes festivales de cine internacional. Es una pena que su cine no haya sido divulgado comercialmente en Argentina. Afortunadamente, esta semana ha llegado a nuestras pantallas su última obra, la cual nos ocupa y nos pone en contacto con una directora creativa y singular.

La película tiene como protagonista casi excluyente a Zhenia, un inmigrante ruso proveniente de Ucrania, que entra como masajista en una comunidad polaca aislada por el frio y la nieve. Los allí residentes emiten un dejo de tristeza, una especie de deseo de cumplimiento imposible. Parecen extrañar otra época, y sienten aflojar sus cuerpos.

Las manos de un misterioso protagonista parecen ser el instrumento más adecuado para la sanación. Sus masajes evitan todos los padecimientos provenientes del frio, la nieve y seguramente la añoranza de un tiempo mejor. Su acento ruso, no casualmente suena como una canción, tal vez una invocación al pasado comunista, o recuerdos de una infancia que lo lleva a pensar en una sociedad más igualitaria y segura. La cuestión es que Zhenia es capaz de mejorar sus vidas, aunque su poder sea tan solo el de un masajista cuasi milagroso.

El cine de Szumowska parece salido de los pasillos de la escuela de Lodz. La claridad expositiva, la perfección del montaje, el acompañamiento musical, y la actuación no solo son parejos sino también se combinan en busca de un apoyo a una línea argumental que si bien simple, nunca pierde la línea, mantiene un extraño suspenso y no suelta la atención del espectador durante todo su metraje.

Resulta imposible no recordar a Polanski. La prolijidad del montaje, la perfección de la imagen, el acompañamiento musical, pero sobretodo la calidad interpretativa del elenco, transforman a este film en un delicado ejercicio de voyerismo a partir del cual, el espectador queda enganchado y no puede soltarse hasta que llegue el final.

El espectador simplemente se transforma en un voyeur, un observador capaz de percibir la doble capacidad de mostrar que tiene la imagen y el sonido para construir un clima opresivo que necesariamente nos remite al cine de aquel inolvidable director polaco. Los climas creados, la fotografía en color, el trabajo de arte, el manejo del sonido remiten al mejor cine de Polanski, capaz de explorar en la oscuridad de la mente humana e indagar en la motivación del personaje principal de la película.


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