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UNA MUJER de Juan José Stagnaro


Las expectativas que se suscitan ante el estreno de un film nacional son tan solo comprables a las creadas en torno de la “nueva obra” a alguno de los grandes creadores de la época.

Esas expectativas se tornan aún mayores cuando se refieren a una ópera prima, ya sea porque generalmente se trata de un joven que como tal lleva la semilla del inconformista o un deseo renovador o quizás porque generalmente, o dado que la juventud es crítica por naturaleza, de ella salen las mayores críticas a lo establecido, y una crítica es doblemente buena si el que la hace es capaz de revertir la situación existente.

El debut de Juan José Stagnaro en la dirección cinematográfica no escapa a dichas premisas. Más aun teniendo en cuenta algunos de sus excelentes trabajos fotográficos al lado de no menos excelentes directores como Raúl de La torre o Leonardo Favio.

El dúo Cervantes Luro y Ricardo Tomasevsky, junto al sello Globus Baires, responsables del éxito de “La Mary”, y con deseos continuarlo, le da la posibilidad de entrar al cine grande con “Una Mujer…”, película con la que Stagnaro hace su debut tras las cámaras.

Con un sobresaliente guión de Aída Bortnik (La Tregua) y Osvaldo Soriano, y apoyado en la solvencia de una pareja de actores: Cipe Lincovsky y Federico Luppi. Fundamentalmente cálidos y comunicativos, y acompañados por un grupo de heterogénea capacidad interpretativa, ente quienes descuellan María Vaner y Aldo Barbero, el realizador borda con paciencia, ternura e infinita sutileza la historia del reencuentro de una pareja después de una forzada separación.

Este es un cine descriptivo de los sentimientos. Aquí importan los climas y las atmosferas que sutilmente arma Stagnaro apoyado en el buen guión que tiene. De ello, surgirán actitudes, gestos, palabras que irán formando un contexto general, un fresco de una relación entre un hombre y una mujer, sus circunstancias y su mundo.

En esa forma de narrar, de esa manera de sugerir, de mostrar sin explicar están los mayores logros de Stagnaro, donde es el propio espectador quien comienza a participar del film mediante su propia reconstrucción de lo que ve y del análisis del comportamiento de los personajes.

La subjetivación se produce en el público. El director es puramente objetivo. Da información para que el público procese: cuenta la historia, refleja lo cotidiano, el calor humano lo transmiten sus actores, el film comienza a ser un espejo de la realidad y respira verdad.

De esta manera, una pequeña historia crece. El gran amor entra en una nueva etapa. Matilde debe readaptarse a un mundo conocido que con el transcurso del tiempo ha cambiado, se ha vuelto distinto. De allí al rechazo y más tarde a la crisis, hay un solo paso. La soledad se agiganta. La pareja necesita un replanteo. Comunicación y dialogo es la consigna.

En ese preciso instante en que los personajes re acceden al dialogo, Stagnaro cierra su película. Elige un final abierto. De esa conversación, o de muchas más como esa, surgirá la luz, la sombra o la oscuridad total de la separación definitiva.

Sin embargo, el director se subjetiva por primera vez, y sobre los títulos finales, deja escuchar algunas frases vertidas anteriormente. Es un mensaje optimista. Del amor no puede nacer otra cosa que la luz. Y está en Stagnaro la inteligencia de que de frases iguales en momentos diferentes, adquieran significados diferentes.

El ritmo no decae en ningún momento. Mucho menos el interés que despierta la película. Haciendo uso de acciones paralelas establece un contrapunto entere los personajes. Innova en el corte, pasando de escena a escena mediante la fragmentación de la toma. Y he aquí su única debilidad notable, porque en lo que en algunas escenas es válido en otras se transforma en firulete de montaje.

Las imágenes de Ricardo Younis son de una enorme plasticidad, no debiéndose dejar de notar las influencias del propio Stagnaro como fotógrafo. Y se destaca también la excelencia del encuadre, la profundidad de campo buscada en cada toma, y la contraposición de claros-oscuros.

Luis María Serra compone una partitura musical adecuada, con alguna remota reminiscencia de trabajos anteriores, pero que siempre se destaca por su fineza.

En el mejor camino del cine argentino, un cine adulto, profundo, útil para competir, mostrar en el mundo y ganar mercados, Juan José Stagnaro debuta como director. Su obra tiene valor por sí misma y le abres puertas a nuevos trabajos.


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