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EL JOVEN FRANKENSTEIN de Mel Brooks


LA APARICION DE UN GRAN MAESTRO

A fines del año anterior afirmé que Mel Brooks era un director para tener muy en cuenta. Las expectativas creadas no defraudan. Encarado hacia la comedia satírica nostálgica, este Frankenstein de Brooks apuesta al humor y se convierte en una auténtica joya del cine cómico moderno. Los valores del film son grandes y variados. Desde la actuación, con acentuados rasgos grandilocuentes (como la escena de la despedida en la Estación) a la fotografía en un blanco y negro añejado, hay toda una gama de matices que hacen acordar a las viejas películas de horror de Hollywood, con las cuales Brooks satiriza toda la época de regreso a la nostalgia que estamos actualmente viviendo.

Pero los hallazgos continúan. En el plano surrealista, hacia el cual el director parece encaminarse firmemente, están las escenas de la presentación en público del monstruo, lo cual hace en forma de comedia musical, al igual que su asimilación social durante la noche de bodas. Ambas, verdaderamente antológicas. Y por supuesto, abundan los gags visuales y orales.

En la actuación de Gene Wilder (también coguionista), de Robert Boyle, Cloris Leachman, la extraordinaria Madeleine Kahn, y la revelación del excepcional Marty Feldman están otras de las virtudes de esta película que ubica definitivamente a Brooks (Los Productores, 1967; Locuras en el Oeste, 1974) entre los nuevos grandes capo cómicos del cine americano actual.


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