TRES MUJERES de Robert Altman
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UNA MIRADA SENSIBLE SOBRE EL ALMA FEMENINA
Es el angustiante retrato de la soledad de tres mujeres, pero es también una cruda reflexión sobre la dificultad de comunicarse que tiene los seres humanos.
El film admite varias lecturas posibilitadas por su misma estructura. En primer lugar se impone lo psicológico, a través de una trama rica en detalles y apuntes anecdóticos sobre la vida de las protagonistas, la que se va complicando paulatinamente a medida que las distintas personalidades evolucionan en una serie de mutaciones y transformaciones que darán lugar a afloramientos de diversos sentimientos.
En segundo lugar priva el análisis social, motivado en el marco en que Millie, Pinky y Willie desarrollan sus oscuras existencias, abundantes en confort y comodidades pero privadas de todo calor humano.
Altman arma el rompecabezas con claridad expositiva poco común. Par ello se basa en diversos elementos que confieren a la obra una gran expresividad. Sitúa a los personajes en medio de un áspero de desolado paisaje californiano, los mueve a través de autos y casas igualmente confortables, los hace gozar de una vida lujosa. Sin embargo, deja bien sentado que todas esas comodidades no nacen de una posición social desahogada sino del alto nivel de vida proporcionado por una sociedad altamente industrializada.
Todo ello deriva en una serie de contradicciones sociales en las que el pesimismo total de Altman queda expresado en las patéticas escenas iniciales de la clínica geriátrica donde trabajan las protagonistas, las que parecen indicar que semejante nivel de evolución no sirve para nada ante la pequeñez y la fragilidad humana, ante ese destino de soledad, incomunicación que reserva la vejez.
Es un film denso, cargado de símbolos y escenas sugestivas. En este laberinto donde todo tiende a marcar la falta de sentido de la existencia de esas vidas que retrata, Altman transita cinematográficamente el camino del suspenso y del misterio haciendo suyo un estilo que varía del realismo inicial de la escena de la clínica, al surrealismo final de la cabaña en medio del desierto donde las mutaciones y los cambios de roles parecen haber arribado a un estado de mutua ayuda y autosatisfacción por parte de las desoladas mujeres.
La actuación de las actrices es homogénea y francamente prodigiosa. Shilley Duvall (Millie) expresa todo su vanidoso y frívolo mundo con una estupenda gama de matices y asiste aislada, como ausente a la vida de Pinky, una no menos estupenda Sissy Spacek que dota a su personaje de toda la rareza y misterio necesario como para transformarlo en el eje principal de la acción. Finalmente, Janice Rule en el papel de Willie muestra el patetismo y la angustia creadora del artista que lucha con sus fantasmas interiores.
Chuk Rosher realizó una labor fotográfica de primera línea, destacándose en los lavados matices de los paisajes, los apastelados tonos de los sueños y la sobriedad de los interiores, como así también en el excelente manejo de las cámaras, ya típico en el cine de Altman.
Gerald Busby compuso una música adecuada que acierta y contribuye al clima, a la atmosfera imperante en todo el film. Altman esta vez no echa mano a la utilización de los planos sonoros sino que emplea mucho dialogo en off de bajo volumen.
Obra difícil del realizador norteamericano. Lo que acabamos de analizar tal vez sea tan solo un breve esquema de las muchas interpretaciones que podrán ser realizadas sobre este interesante film.