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VIOLETTE de Martín Provost


LA MALQUERIDA

Violette Leduc fue una escritora farancesa que murió en 1972 a los 65 años. Contemporanea de Albert Camus, Jean Genet, Jean Cocteau, Jean Paul Sartre, y fue ahijada literaria de Simone de

Beauvoir, dado que esta última, mujer de Sartre, fue la que la apoyó financieramente y la alentó permanentemente en su camino hacia la literatura.

La película que lleva su nombre toma un lapso de su vida que va desde mediados de la 2da Guerra Mundial hasta 1964, año que publica su 6to libro, "La Bastarda", que además, le otorgaría su primer premio literario, el Goncourt de ese año.

No obstante estos antecedentes, la película no es un film sobre la creación literaria aunque ponga en claro que el hecho creativo tiene mucho más de esfuerzo y transpiración que de verdadera inspiración. La película trata, por el contrario, de la imperiosa necesidad de expresión que tiene la Leduc derivada tanto de sus inclinaciones sexuales (es bisexual) como así también de las dificultades que experimenta en ser amada, en ser querida. Violetta camina todos esos años que retrata la película por un abismo sentimental, por los bordes mismos del desamor, para encontrar en el hecho literario una forma de expiación. Su literatura, no será otra cosa que una autobiografía descarnada. Cada uno de sus libros representará un viaje hacia su interior o su pasado, no en una búsqueda desenfrenada de su propios sentimientos, sino más bien, un viaje por el abismo de sus soledades y desamores. Violette es el amor no correspondido. La vida de Violette no solo no encuentra ni el amor físico ni carnal, sino que ni siquiera encuentra el amor de sus lectores. Su literatura es prácticamente ignorada hasta que, en 1964, "La Bastarda", se transforma en un éxito editorial. A partir de ese momento, Violette, al menos, podrá vivir económicamente hablando, del producido de su trabajo aunque nunca llega a ser una autora popular.

Martin Provost, director y guionista, de quien se vió anteriormente la excelente "Seraphine" sobre la vida de la pintora Seraphine Louis, en la que exploraba la libertad de expresión en una persona que experimentaba desequilibrios mentales , dirigió Violette con mano firme y la sensibilidad necesaria para introducirnos en los huecos desolados de la personalidad de Violette, permanentemente demandante sin éxito de compañía y amor. Toda la pintura de este particular universo hubiera sido imposible para Provost de no contar con la extaordinaria actuación de Emmanuelle Devos, una actriz sensible y plena de matices, que da carnadura creíble, real, a la escritora retratada.


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