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AQUARIUS de Klever Mendonça Filho


LO INMATERIAL Y EL PASO DEL TIEMPO

“Aquarius”, del brasilero Klever Mendonça Filho estrenada esta semana en Argentina, es un film interesante, un prisma que refleja no solo un personaje casi monolítico como lo es el de Clara, magníficamente interpretado por Sonia Braga, sino que también es una aguda reflexión sobre el paso del tiempo y los cambios de época que ha vivido una mujer de 65 años, como así también es un film político que enmarca la historia en la eterna lucha entre ricos y pobres, entre los de arriba y los de abajo.

La película, divida en tres partes que más bien constituyen formalmente una introducción, un desarrollo y un epilogo, narra la historia de Clara, una mujer mulata de clase media brasilera, viuda con tres hijos ya mayores, un nieto, dos hermanos y un sobrino, que vive sola en un edificio que se llama Aquarius, que es básicamente el campo de batalla donde Clara está librando una guerra contra una empresa constructora que ha decidido desalojarla para construir un nuevo rascacielos. Si bien esta guerra expresa la lucha por un derecho que va más allá de la propiedad, ello es la libertad de vivir donde la persona quiera, en ese lugar están enraizados sus afectos y recuerdos.

Clara es una mujer que está empeñada no sólo en vivir su vida sino también la historia de su familia. Vive en ese departamento desde hace 30 años. En ese lugar vivió los hechos más relevantes de su vida: la crianza de sus hijos, la pérdida de su esposo, la cura de un cáncer de pecho. Su departamento es su lugar en el mundo. El sitio donde tiene sus cuadros, su colección de long plays de los 80, sus libros más queridos, su piano, y sus escritos. Clara es poeta.

Es así que esa casa se constituye en una especie de bastión de resistencia al paso del tiempo. Un departamento que para la familia es como un museo donde el transcurrir de los últimos 30 años está reflejado en las pequeñas cosas y grandes cosas que la han marcado durante su vida. Y esa casa que contiene su vida y su obra, también la contiene a ella. Cómo poder construir un legado cultural y material si todo se destruye y se cambia por lo nuevo?

En la película de Mendonça Filho todo elemento mostrado adquiere su significado, incluso la cicatriz de la operación de un cáncer en un pecho se puede interpretar como una bandera hecha girones que recuerda la victoria de una lucha y su fortaleza. Clara es una mujer que no se da por vencida fácilmente y sabe que la vida es y será una lucha permanente.

Ella es una testigo de los tiempos que cambian. De hecho, sus hijos y su nieto son, obviamente, agentes de ese cambio. Son la renovación de la vida. Ellos son los que cuestionan por qué no se cambia de departamento y evita los problemas que se le están planteando. Son los que preguntan por qué la solución difícil en lugar de hacer la fácil, para qué guarda discos si todo se puede almacenar en pen drive. El tema generacional está perfectamente planteado. Los jóvenes ven al futuro como una cosa lejana y casi improbable. La vejez nos vuelve aferrados a las cosas y a la necesidad de conservar el recuerdo.

El pragmatismo de la juventud que la rodea ve la cuestión del edificio como una simple cuestión de dinero. El dinero lo resuelve todo. El nieto del constructor del proyecto es un arquitecto recién llegado de Nueva York, donde ha realizado un posgrado y se ha imbuido de todo ese pragmatismo americano. Para él, el Proyecto Aquarius es tan solo un enorme desafío. Tal vez, el primero de su vida profesional.

Aquarius plantea una discusión de actitudes frente a la vida. El conservadurismo, por un lado, y el progreso por otro. En medio de estos planteamientos, la riqueza de este guión de Mendonça Filho deja lugar, incluso, para observar cierto falso dinamismo social en Brasil donde el personaje central, Clara, es una mulata que tiene una mucama de tez blanca, sin dejar de lado la persistencia de prejuicios raciales que expresa el joven arquitecto cuando ataca a Clara de palabra en el jardín y le da a entender que la oferta que le está haciendo es demasiado para una mujer de su clase.

No obstante los méritos señalados, a la película le sobran unos 20 minutos que básicamente están concentrados en la escena final. Ese final es demasiado explicito, poco realista, carente de la sutileza que caracteriza al resto del relato, incluso, algo ingenuo, y políticamente innecesario.

En síntesis, Aquarius es una reflexión sobre el paso del tiempo y la necesidad de perdurar. El personaje de Clara es apasionante y la actuación de Sonia Braga es una nueva consagración cinematográfica a 40 años de aquella inolvidable Doña Flor. La precisión del guión, la austeridad de la puesta en escena, la calidad de los intérpretes, el ritmo sostenido durante todo el metraje, el interés y la inteligencia del tema tratado, colocan a Mendonça Filho con su “Aquarius” a la altura uno de los mejores directores latinoamericanos.

martes, 10 de enero de 2017

HASTA EL ÚLTIMO HOMBRE (HACKSAW RIDGE) de Mel Gibson

EN LA PAZ, LOS HIJOS SEPULTAN A SUS PADRES. EN LA GUERRA, LOS PADRES SEPULTAN A SUS HIJOS.

En 1993 Mel Gibson salta a la dirección cinematográfica seguramente inspirado por los grandes maestros (George Miller, Peter Weir, y Richard Donner) que lo han dirigido en sus películas más exitosas, y realiza “El Hombre sin Rostro”, una película intimista y personal donde comienza a verse que la estrella tiene cosas para decir y sabe cómo decirlas. Años más tarde, en 1995 llega a su momento más exitoso como actor y director realizando “Corazón Valiente”, película que se alza nada menos que con los Oscars a la Mejor Película y a la Mejor Dirección. En 2004 decide filmar e interpretar la “Pasión de Cristo” y realiza uno de los films más controvertidos de la historia del cine, enseñando al mundo lo que es capaz de hacer. Dos años más tarde realiza “Appocalypto”, un fracaso y su estrella se apaga. Ahora vuelve a la dirección con “Hasta el Último Hombre”, un film que dará que hablar.

“Hasta el Último hombre”, es un muy personal film suyo que no podía dejar de ser otro film sumamente controversial. Lejos, muy lejos de ser un film antibelicista, narra la historia de un pacifista, un joven que no se niega ir a la guerra pero se niega a tomar las armas, pero está dispuesto a salvar vidas.

Con altibajos narrativos, muy marcados en el comienzo del film, a Gibson le cuesta sintetizar la vida de una familia y la niñez de dos hermanos que se crían como salvajes en el medio oeste americano, un medio sumamente religioso y respetuoso de las leyes familiares, donde impera la ley del revolver. El padre es un alcohólico héroe de la segunda guerra mundial, doblemente condecorado, y la madre una abnegada mujer que vive solo para su familia. Los muchachos crecen y el hijo mayor, Desmond (Andrew Garfield), quiere ser médico y se enamora de una enfermera de hospital (Doroty Schutte). Pero estalla la Segunda Guerra, y Desmond decide enrollarse en las filas del ejército.

Desde el momento que Desmond ingresa en el regimiento, la película se transforma. Gibson comienza a sentirse seguro de lo que está contando y asume verdaderamente la dirección de la película. Desaparecen tanto las convencionalidad del guión como su errática dirección previa. Un nuevo brío, una lucidez y una precisión que hasta aquí no había tenido el relato aparecen para narrar la vida en el cuartel, la aparente disciplina del cuartel y más tarde, la violencia y la muerte en medio de la guerra adquieren un primer plano absoluto en función de la repugnancia que deben provocar.

El film se transforma en una especie de fábula pacifista en el cual los cuerpos mutilados por la violencia del enfrentamiento bélico se mezclan con las acciones heroicas y hasta ciertamente ingenuas con que nuestro héroe, convertido en médico militar, asiste, recupera y salva a sus compañeros combatientes.

Cinematográficamente hablando, estamos ante un film coreográfico, donde no solo los cuerpos forman parte de un ballet cuasi gimnástico, sino que soportan una plasticidad de movimientos que el grupo de cámaras dirigidas por el talentoso Simon Duggan registra en ralentí, con un fondo difumado que asemeja la niebla, el polvo y los residuos provocados por las explosiones en el frente de combate. A ello debe agregarse el notable y preciso trabajo posterior de edición que compagina en forma esplendorosa el material filmado. La batalla de Okinawa se transforma en un ballet siniestro donde miles de americanos y japoneses mueren sin el menor sentido del respeto por la vida, ni mucho menos pensando que semejante masacre terminaría años más tarde en una tragedia mayor cuando los Estados Unidos deciden dar por finalizada la guerra haciendo explotar dos bombas nucleares en Nagasaki e Hiroshima.

También es magnífica la música de John Debney, que induce un clima envolvente, una especie de ensoñación recurrente, muy de acuerdo con las hipnóticas escenas bélicas, como así también son destacables las actuaciones de Hugo Waving, Teresa Palmer, Vince Vaughn que acompañan a los protagonistas.

En síntesis, estamos ante una obra despareja de Mel Gibson, pero contundente en su mensaje que no es ni pacifista ni antibelicista, sino humanista, un pedido de respeto por el ser humano, y sus creencias. No obstante, el film peca de cierta ingenuidad en su relato, pero logra imponer sus ideas más allá de las licencias que se toma para exponerlas volviendo increíbles algunas situaciones, especialmente las relacionadas con la disciplina militar, el manejo de las leyes militares y más tarde, el desarrollo del heroísmo del protagonista. Haciendo estas salvedades, el film es entretenido e interesante, aunque claramente, el nivel de violencia desarrollado no sea agradable para todos los gustos.

Publicado por Carlos Barneda en 5:36 No hay comentarios:

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sábado, 7 de enero de 2017

RIVER de Abi Morgan

UN CUENTO DE DOS CIUDADES

Londres es una ciudad legendaria. Ha sido la capital de un imperio. Es uno de los centros financieros más importantes del mundo, una capital turística, y uno de los polos de atracción de inmigración más importantes del mundo. Es una capital cosmopolita. Conviven en ella personas de todas las razas y de todas las religiones. Es una de las ciudades más pobladas del mundo. El Brexit no triunfo en Londres.

John River, magníficamente interpretado por el sueco Stellan Skarsgard, no nació en Londres, como tampoco nacieron en Londres la mayoría de los personajes que pueblan “River” la miniserie en 6 capítulos escrita por Abi Morgan para Netflix. Es como si se tratara de una historia de inmigrantes, muchos de ellos, provenientes, incluso, de otros lugares de la propia Inglaterra o del Reino Unido. En River casi no veremos “londinenses”. Pero esos extranjeros no solo lo son por su lugar de nacimiento sino por ser extraños. Son seres solitarios a los que les cuesta perder sus identidades, tienen dificultades de adaptación, costumbres diferentes y les cuesta asimilarse a la población nativa.

River es un policía de investigación que está muy próximo a la jubilación. Conocemos muy poco de su vida y su pasado. Él también es otro solitario del cual no conocemos absolutamente nada. Dedica su vida a la investigación policial. La película lo muestra en un “ahora” permanente como si no tuviera ni pasado ni futuro, pero inteligentemente, Abi Morgan lo coloca frente a la psicóloga policial y River, con mucho esfuerzo, comienza a exorcizar sus fantasmas. El hombre se transforma en una especie de personaje shakespeariano, siempre trabajando en el borde de la línea divisoria entre el bien y el mal, y rodeado de los fantasmas que pueblan su pasado. Acaba de perder a su compañera de trabajo, que ha sido asesinada cruelmente en medio de la calle. Siente culpa, su omnipotencia ha sido herida. Todo indica que algo más se ha roto en su vida. No obstante, tendrá que ocuparse del caso.

Lo que siguen son 6 episodios apasionantes donde River ira desenrollando no solo una trama complicada de crimen y corrupción sino también, tratando de deshacerse de sus propios fantasmas. En esos procesos no solo aparecerá la soledad y la incomunicación de las grandes ciudades, sino también la imposibilidad de amar, de un hombre herido desde su niñez, que nunca ha podido superar. Las soledades que muestra “River” son viscerales, arrastradas de traumas familiares, e incluso de generación en generación desnudado secretos, complicadas historias personales y una larga serie de mentiras que finalmente saldrán a la luz provocando daños que van más allá de lo esperado, produciendo la tragedia.

Todos tienen un “esqueleto en el ropero” en esa Babel moderna donde la mayoría sólo busca ganarse la vida acercándose peligrosamente a la soledad. En esa ciudad de pobres corazones, River lucha por una justicia que le es esquiva y complicada. A su alrededor, todos parecen estar implicados en algo y la soledad asoma como única compañera habitada por fantasmas de otros tiempos pero que se presentan, corporizan y dialogan con el Detective River como si estuvieran presentes todo el tiempo.

River va y viene por los diversos puentes que unen las dos costas de la ciudad como si fueran dos ciudades diferentes. Como si estuviera viniendo del mal hacia el bien y viceversa, mientras los trenes urbanos pasan una y otra vez, apareciendo y desapareciendo en un túnel, entrando a un puente, corriendo por la costa para volver a perderse en la lejanía. Luces y sombras que iluminan y oscurecen la trama como se nos ilumina y oscurece la vida misma.

Este trabajo de Abi Morgan es realmente notable y nos reconcilia con lo mejor de la TV. Es osada y conservadora al mismo tiempo. Tiene un dominio absoluto sobre el material que maneja. Ya hace un tiempo que nos había maravillado con sus guiones para un par de películas: La extraordinaria “Shame” de Steve McQueen, un inglés que filmó la soledad en Nueva York como solo lo haría un extranjero, quitándole a la gran manzana todo su glamour y dejando solo la extrañeza de sueños y añoranzas. También fue suyo el muy buen guión de “La Dama de Hierro”, en la cual Merryl Streep personificaba a Margaret Thatcher. Allí Morgan no solo mostraba la soledad del poder sino también la soledad del envejecimiento. Ahora, en “River” la soledad vuelve al centro de la escena. No trata de explicarla, simplemente la muestra. River es un hombre que está solo y espera. No sabemos qué espera porque su auto exigencia lo lleva tan solo a cumplir con su trabajo, ello es, investigar crímenes. En ello pone todo su ahínco, y de ello emerge su vulnerabilidad y la absoluta soledad en que vive. No obstante, el final lo ilumina con una pequeña luz de esperanza señalando un futuro que podría ser algo más venturoso.

Publicado por Carlos Barneda en 8:34 No hay comentarios:

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lunes, 2 de enero de 2017

EL SECRETO DE KALINKA de Vincent Garenq (AU NOM DE MA FILLE, 2016)

EN NOMBRE DE MI HIJA

El crimen es una acción que atenta contra terceras personas, tanto contra su integridad física como moral. Es un hecho que modifica la realidad. El crimen es un acto va en contra la ley y contra la costumbre. Puede ser también un delito contra la sociedad. El crimen merece castigo.

En una sociedad moderna el Estado organizado es el encargado de impartir justicia. El Estado, a través de sus órganos judiciales, debe esclarecer los hechos sucedidos. Ese esclarecimiento, constituye un acto de justicia. La justicia es la que determina la culpabilidad o la inocencia de los acusados, y si correspondiese, una pena justa a los culpables. La Justicia no está obligada a esclarecer los hechos ni dictar justicia en un plazo de tiempo determinado. No obstante, las causas que no avanzan pueden prescribir después de una cantidad de años sin que se hayan producido novedades legales. Esa prescripción determina el fin de las causas.

El Caso Kalinka, afortunadamente, no se enroló en esta última categorización. No obstante ello, su trama siniestra demoró 30 años en resolverse y se transformó en un hecho judicial relevante ocurrido en Alemania, ocupando tanto la atención de tribunales alemanes como la de los franceses, y de hecho, a la opinión publica de toda Europa.

“El Secreto de Kalinka” es ahora una película que narra los diferentes procesos legales que tuvo que atravesar André Bamberski, padre de Kalinka, para poder esclarecer los hechos ocurridos en la noche del 9 de julio de 1982 en el domicilio del padrastro de Kalinka, el Dr. Dieter Krombach, noche en la que adolecente encontró su muerte a la edad de 15 años.

El mérito del guión y de la dirección de Vincent Garenq, un director de cine francés que viene precedido de una enorme experiencia en la televisión y en el documental francés, es el permanente mantenimiento del punto de vista. Todo el film está narrado desde la visión de los hechos que tiene André Bamberski (un estupendo Daniel Auteuil), quien en la trama real no solo ocupó el doloroso papel de padre de Kalinka, sino que ante la desidia de los tribunales alemanes que dieron origen a la primera investigación de los hechos ocurridos aquella noche en Lindau (Alemania), tomó por su cuenta la investigación y la trasladó a tribunales franceses, obteniendo finalmente una condena a 15 años para el médico alemán, y un año de prisión excarcelable para sí mismo, por la utilización del secuestro como metodología para poner al Dr. Krombach bajo jurisdicción francesa.

Pero esta trayectoria de Bamberski no solo pasa por la crónica de los hechos ocurridos durante 30 años sino que lo más importante es su propia transformación personal. Bamberski se transformó literalmente en un justiciero. El film todo es el retrato de una obsesión, difícil de establecer si es consecuencia de un determinado tipo de personalidad o si solo constituye un afán prácticamente enfermizo de persecución de justicia. Bamberski era una persona común, un contador público que ejercía su profesión en Marruecos donde vivía junto con su esposa y sus dos pequeños hijos a principios de los ´80. Lo que se denomina una familia tipo. Es allí donde circunstancialmente conoce al Dr. Krombach, quien termina seduciendo a su esposa, y provocando el divorcio de la pareja. En síntesis, Krombach arruina la vida familiar de Bamberski, el que se transformará en un ser solitario, una especie de lobo estepario al que en el futuro no solo le costará mantener relaciones estables y duradera, sino que también afectará sus relaciones familiares: con su otro hijo (el menor) y con el resto de su familia (sus padres y hermanos). Bamberski lo pierde todo y se transforma en una especie de zombi en busca de una justicia que le aparece esquiva y que de a poco lo va colocando del otro lado de la ley.

Queda claro que la superficialidad de la primera investigación realizada en Alemania, como la demora en el esclarecimiento total de los hechos (30 años), generan daños colaterales (el alejamiento del hijo, el fracaso con su nueva relación, la indiferencia en que cae su primera mujer), Asimismo, la dualidad de la personalidad y los comportamientos ambiguos del médico generan hechos traumáticos que afectan la personalidad de Bamberski, sin dejar de considerar que el esclarecimiento total de los hechos llevó 30 años por parte de la justicia y que el involucramiento personal de Bamberski en la investigación implicó el secuestro del médico alemán con el propósito de su traslado a Francia y ponerlo a disposición de la autoridad de los tribunales franceses. Una rara parábola que transformó a la víctima en victimario.

Crónica del horror producido por la ausencia de una real vocación de justicia y un sinfín de cuestiones misteriosas (¿Quién era el Dr. Krombach, cuáles eran sus actividades médicas durante la guerra y cuáles eran sus verdaderas relaciones con el Estado Alemán?) que agregan suspenso a la trama, y tornan la visión del film en una experiencia más que interesante. ¿Es, por otro lado, la lentitud o la falta de la justicia la causa del crecimiento de un sentimiento justiciero casi al borde de una venganza de carácter personal? ¿Es la destrucción de una vida familiar la que lleva al caos y al delito al propio Bamberski? Esta y otras muchas preguntas surgen de este caso y su posterior juicio que no hacen otra cosa que hacernos reflexionar sobre la necesidad de una justicia efectiva, aquella que investiga en forma profunda los hechos y determina responsabilidades y culpabilidades, lo cual constituye una demanda y una aspiración natural de una sociedad que pretende vivir de manera organizada bajo el imperio de la ley.


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