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VITTORIO DE SICA (1901 – 1974)


Actor y director de cine italiano. Incursionó tanto en el drama como en la comedia, e incluso en la poesía. Hijo de un magistrado, pasó su infancia y adolescencia en Nápoles, donde cursó los estudios primarios y secundarios. Posteriormente su familia se radicó en Florencia y más tarde en Roma, donde se graduó en contabilidad. Durante varios años formó parte de grupos teatrales de aficionados, y ya en 1922 ingresó en la compañía teatral de Tatiana Paulova. A partir de entonces construyó personajes destacados, y en la temporada 1927-1928 logró un gran éxito en la compañía de Sergio Tofano recitando textos de Luigi Pirandello, Marcel Achard y otros. En la década de 1930 consiguió tener su propia compañía teatral e iniciar una fecunda carrera cinematográfica como actor y director.

A principios de 1940, estalla la guerra y ya nada será igual. Cree que el cine debe cambiar la mirada artificial de los estudios para comenzar a mostrar la realidad de las calles. El resultado de ello es Los Niños Nos Miran, de 1943, donde documenta esta ruptura. Esos primeros trabajos ya se encuadran en lo que más tarde se calificaría como el neorrealismo italiano, una nueva corriente cinematográfica de la cual fue uno de sus padres, que reflejaba la situación social y económica de la sociedad de la posguerra italiana.

Acompañado por Cesare Zavattini como guionista, aportará a este movimiento, obras maestras mundialmente reconocidas como Lustrabotas y Ladrones de Bicicletas, con las que gana dos premios Oscar a la Mejor Película Extranjera en 1946 y 1948, respectivamente.

En 1951 presenta Milagro en Milán en el Festival de Cannes, donde se hace acreedor de la Palma de Oro como Mejor Película. En 1952 realiza Umberto D. y en 1953, Estación Termini. Con estos films finalizará su etapa neorrealista. No obstante ello, en 1955 recibirá el Trofeo de Oro Selznick por "los valores humanos expresados en estas películas".

De Sica comienza a cultivar una etapa más comercial. En 1953, dirigido por Luigi Comencini, actuó en Pan, Amor y Fantasía, acompañado por Gina Lollobrigida. El éxito fue rotundo. Al año siguiente, repetiría con Pan, Amor y Celos, con dirección de Dino Risi.

En 1959 se destaca en El General de La Rovere dirigido por Roberto Rossellini, donde interpreta a un pequeño estafador que acepta hacerse pasar por el General Badogliano para ponerse al frente de la Resistencia. En 1961 filma La Ciociara (Dos Mujeres), película que le valió el Oscar a Sophia Loren como mejor actriz. En 1963 vuelve a ganar su tercer Oscar por una película de carácter episódico. Se trata de “Ayer, Hoy y Mañana”, donde volvió a contar con Sophia Loren, acompañada por Marcello Mastroianni.

En 1970 regresa a su cine más personal, con El Jardín de los Finzi Contini y nuevamente encuentra el reconocimiento de Hollywood quien le otorgó su cuarto galardón por aquella película. Su último film sería El Viaje (1974). Durante el rodaje de este film enfermó de una afección bronquial; un año después falleció en una clínica de París, adonde había acudido para asistir al estreno de dicha película.

Dino Gasperini, concejal de cultura de Roma, dijo: “De Sica nos mostró quiénes éramos, nuestros miedos, las esperanzas, el hambre, la gallardía. Sus actores eran personas reales, no solo no eran profesionales, sino que nos representaban a todos”.

De Sica fue un gran director de cine y uno de los padres del Neorrealismo Italiano. También fue un cantante famoso, un gran actor de teatro y de cine, uno de los creadores de la comedia a la italiana, y un descubridor de talentos como Sophia Loren o Alberto Sordi.

Christian, el más joven de los tres hijos, nacido en 1951, decía sobre su padre: “Nunca paraba. Era un volcán de creación. Pero no se lo tomaba en serio, jugaba mucho con nosotros. Se divertía haciéndonos actuar para amigos y familiares”.

ALGUNAS DE SUS PELICULAS MÁS IMPORTANTES

Lustrabotas (Sciusciá) (1946)

Transcurre el año 1945. La guerra acaba de terminar. Italia está comenzando a ser reconstruida tanto en lo político como en lo económico. Reina el mercado negro. Para muchos es su medio de subsistencia. Pasquale y Giuseppe son dos niños que intentan ganarse la vida lustrando zapatos y vendiendo productos en dicho mercado. Comparten un sueño. Tener un caballo propio. Una anciana les compra algunas mantas americanas. Atilio y Panza, sus hermanos mayores, llegaran más tarde haciéndose pasar por policías para robarle las mantas a la pobre mujer.

Los muchachos logran comprar el caballo. Vivirán el momento más feliz de sus vidas dándose el gusto de montar a Bersagliere. La felicidad durará poco. Será interrumpida cuando la policía los interrogue sobre el robo a una anciana. Al negarse a hablar, ambos niños serán enviados a un centro de detención juvenil.

"Lustrabotas" es la historia de una amistad y el final de la infancia. Estos niños representan la esperanza, el porvenir. Tienen sueños, principios e incluso una inocencia que aún no ha sido socavada por los acontecimientos. En cambio, Atilio, hermano mayor de Giuseppe, es un descarriado que carece de futuro.

El film se convierte en un alegato social sobre la delincuencia juvenil como única respuesta a las difíciles condiciones económicas de la época narrando los hechos con un estilo documental que encuentra el tono correcto entre el patetismo y el realismo frío.

De Sica confía en el espectador. Retrata a los niños con naturalidad. Muestra sus mentiras, sus provocaciones, sus peleas. También denuncia la lentitud burocrática en la escena del niño que no puede ser ingresado en un sanatorio a pesar de padecer una severa afección pulmonar.

Todas las amistades de Pasquale y Giuseppe están bajo detención. Están en diferentes celdas. Sus gritos y sus manos entrelazadas son una muestra de la necesidad de estar juntos. Su separación los expone a lo peor, a la influencia de sus respectivos grupos que los separará lenta y progresivamente.

En el momento crucial de la película, uno de los guardias finge golpear a Giuseppe para obligar a Pasquale a hablar. Pasquale habla, rompe su juramento y comienza el proceso de destrucción de su amistad. Giuseppe pensará en Pasquale como un soplón que vendió a su hermano, y como venganza, destruirá la amistad.

Es imposible describir con palabras el trágico camino que toma la película, y su realismo extremo. El film es considerado como una de las películas más importante de la historia del cine.

Ladrones de Bicicletas (1948)

La guerra ha terminado. La sociedad se ha vuelto cruel e implacable. Conseguir un trabajo en la Roma de posguerra es una cuestión de suerte. Maggiorani es un hombre casado y tiene un hijo pequeño. Encuentra un trabajo colocando carteles de películas a lo largo de la calle, pero necesita una bicicleta para ello. Su mujer lo ayuda a conseguir el dinero empeñando un juego de sabanas. Pero en una distracción, le roban la bicicleta. Todo esfuerzo por encontrarla es infructuoso. Se pregunta cómo va a hacer para darle de comer a su familia. Y no tiene respuesta.

La película es una amalgama de sentimientos humanos contrapuestos. Esperanza y desesperación, sacrificio y satisfacción, euforia y melancolía, amor y odio, malicia y benevolencia. Descubre el significado de la vida. Es también un estudio sin piedad sobre la pobreza y la vida miserable en Italia después de la Segunda Guerra Mundial.

En Ladrones de Bicicletas no se distingue entre "buenos" y "malos". Nunca existe una línea que separa a uno de los otros. Los personajes que presenta De Sica son simplemente seres humanos, con virtudes y defectos, que comparten un destino trágico. El guionista y director confía en el poder de la simplicidad. En ello radican sus fundamentos.

El trabajo de De Sica es filmar un documental, con una multitud de extras a la Roma de la posguerra como una ciudad destruida y arruinada, con una economía deprimida, con muchos desempleados buscando un trabajo que no encuentran. Antonio, el protagonista, atrae nuestra simpatía en forma inmediata, pero no es un héroe. Es un hombre de la calle. La difícil situación de Antonio y su familia representa la tragedia que le sucede al pueblo italiano.

La bicicleta se usa como una analogía. Su pérdida conduce a la pobreza y por ende, al sufrimiento. La película resulta real y creíble. Su visión es angustiosa y desoladora. El director se enfoca en el factor humano y sus problemas en un mundo que ha perdido el don de la humanidad como consecuencia de la guerra. El centro de atención está en el niño pequeño, que sin ser el personaje principal, es el comunicador del mensaje: estamos ante un laberinto del destino que no tiene salida, marcados por la tragedia y la desesperación. La película no responde preguntas, no tiene final, y no da solución al problema. Solo muestra, y hace pensar al espectador.

En el film no hay actores profesionales pero hay una trama y emociones comunes a cualquier ser humano. Es una de las películas más importantes de la historia del cine. Su visión es imprescindible para todo amante del cine.

Dos Mujeres (La Ciociara) (1961)

Ambientada en Italia en 1943, la película narra un episodio durante la Segunda Guerra Mundial en el cual una madre y su hija escapan de Roma buscando seguridad en el campo. Pretenden regresar hacia el norte a su pequeño pueblo en las colinas de Agro Pontino. La mujer ha decidido huir del bombardeo aliado sobre Roma que intenta poner fin a la Segunda Guerra Mundial. A lo largo de la historia, la hija demuestra ser una mujer fuerte, curtida por el dolor y con una capacidad de lucha sorprendente.

El film es el relato de un viaje intenso, emotivo y desafiante sustentado por una música muy bella; una fotografía realista al mejor estilo impresionista, una edición tradicional, y por un grupo de actuaciones notables, especialmente de Sofía Loren y de la joven actriz Eleonora Brown que interpreta a su hija Rosetta, completando el elenco, Jean-Paul Belmondo, en el papel de Michel, un luchador de la resistencia.

Cesira y Rosetta no entienden que se encuentran en medio de una especie de atmósfera apocalíptica, que vayan donde vayan todo es igual, violento y desintegrador. En una de las escenas más importantes del film se muestra a la madre y la hija caminando tranquilamente por un sendero. Pasa un hombre en bicicleta, y de repente aparece un avión que se abalanza, disparando sobre ellas. Las mujeres corren y se protegen, pero el hombre cae asesinado. Las mujeres esconden el cadáver y continúan su camino. Está claro que el caos reinante se ha apoderado de ellas cuyo propósito es simplemente escapar.

Más tarde, llegan a una iglesia abandonada. Allí ocurre la angustiante escena de la violación de Cesira. El relato realista e impactante de este ultraje cometido por las tropas aliadas y liberadoras demuestra que nadie es bueno en una guerra y la ley imperante es la del sálvese quien pueda.

Las emociones que provoca el film simplemente muestran la devastación y la inutilidad de escapar en ese entorno. Rosetta no puede soportar que su madre no la proteja. Se siente confundida. Más tarde, despertará en la noche y se irá con un camionero. No obstante, regresará con su madre. Cesira está furiosa, pero ocurrirá una tragedia aún mayor, y todo se desmoronará.

Sophia Loren demuestra en este film que es una actriz extraordinaria. Logra un tono melodramático, típicamente italiano, interpretando un personaje apasionado y agresivo. Ella ha vivido la guerra junto a su hija. Su personaje atraviesa un drama que Loren capta con una capacidad histriónica única, que De Sica aprovecha porque sabe que ella es capaz de alcanzar dimensiones de realidad asombrosas como la trágica escena de la violación en la iglesia. Loren deslumbra con su actuación. A veces, una simple mirada le es suficiente para sugerir algo. Resulta muy merecido el Premio a la Mejor Actriz que le otorgó la Academia la Academia de Hollywood en 1960.

Dos Mujeres es un film poderoso sino también porque es uno de los mejores dramas creados por Vittorio De Sica y su guionista César Zavattini. Es toda una visión de la vida. Cesira, la joven madre que interpreta Sofía Loren, tiene una especie de caparazón protector. Es una mujer cuya fortaleza parece ser la de una guerrera pero ello es solo una máscara que usa para protegerse de los horrores de una guerra. Ella no solo es fuerte sino necesita ser fuerte para proteger a su hija de trece años, Rosetta (Eleonora Brown), que aún está en la edad de la inocencia.

Una obra maestra de uno de los grandes del cine italiano.

El Jardín de los Finzi Contini (1970)

En este trabajo de Vittorio De Sica, una familia italiano-judía, los Finzi-Contini, es presentada como símbolo de la aristocracia europea bajo la amenaza del fascismo mussoliniano en vísperas de la Segunda Guerra Mundial durante los años 1938-43. También narra la triste historia de un amor no correspondido.

Dominique Sanda es Micol Finzi-Contini, una mujer joven, tan fascinante como hermosa, tan enigmática como fría. Lino Capolicchio es Giorgio, su amigo de toda la vida, hijo de una familia judía de clase media. Él está enamorado de ella. Se siente confundido porque simultáneamente recibe su calidez y su rechazo. Ella lo siente como un hermano.

Giorgio ama tanto a Nicol como a su jardín edénico, lo cual, psicológicamente, parece provenir de un apego emocional a un estado de la infancia en el que perpetua su inocencia y una vida sin problemas.

A lo largo de la película, hay un marcado conflicto entre la infancia y la adultez, entre el pasado distante y el presente inmediato, entre el acto de retirarse a un mundo de ilusiones cómodas y el enfrentamiento a una realidad dura y amarga. Estas dualidades tornan al film fascinante, aunque oscuro y abierto.

Toda la película gira en torno de una escena, la de la cabaña. Existen también elementos simbólicos. El perro puede ser asimilado al lado animal de Micol. Y el muro como un elemento separador que diferencia la civilización (el jardín de los Finzi-Contini) de la barbarie (las camisas negras en las calles). El muro también separa a los ricos de los pobres, que paradójicamente, son mayoritariamente, fascistas.

Micol encarna el misterio y el encanto de los Finzi-Contini, así como su insularidad y su pasividad ante la escalada represiva fascista. Ella siempre parece distante e inalcanzable. Nunca explica su rechazo a Giorgio o lo que parece ser un trato de crueldad hacia él. Sus conversaciones parecen deliberadamente vagas, y su negativa a tener contacto con él tiene un tipo de fatalismo casi perverso.

La película es intrigante. Vemos a Micol caminando de la mano de Giorgio por la propiedad, pero siempre que él trata de acariciarla, ella se aleja. Ella le explica por qué no lo ama... Pero para Giorgio, escuchar estas palabras no es suficiente. Él va al muro por última vez, ve una bicicleta roja (rojo y negro eran los colores de los nazis), por lo tanto, descubre que Micol está con otra persona. Él se sube al muro. Lo que ve por la ventana lo llena de horror. Queda mudo. La ve con quién está y qué está haciendo. Ella también lo ve, deliberadamente enciende la luz y se deja mirar sin decir palabra. No proyecta vergüenza, sino un deseo de darse a conocer: "Esta soy yo, y ésto es lo que me atrae".

Esta escena simbólica, representada en términos sexuales, es asimilada a lo que sucedió en Europa. Micol es a la vez el amor que tanto deseaba desvirgada por un hombre anónimo y fascista. Pero es también la historia de la aristocracia europea contaminada por el totalitarismo.


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