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ROMAN POLANSKI (1933)


"Desde que recuerdo, la línea entre la fantasía y la realidad ha estado siempre irremediablemente borrosa".

Roman Polanski es un director polaco que nació en París en 1933 durante el exilio de sus padres Dos años antes de que comenzara la Segunda Guerra Mundial, la familia Polanski regresó a Polonia desde Francia. La invasión nazi obligó su familia a instalarse en el Gueto de Varsovia. Las deportaciones masivas dividieron la familia. Su padre fue confinado al campo de Mauthausen-Gusen y su madre a Auschwitz, de donde nunca regresó. Roman logró escapar del gueto en 1943 y consiguió sobrevivir a la guerra ayudado por movimientos católicos. Tiempo después, el director haría un viaje en sentido contrario para alejarse de su trágico pasado. El cine en Polonia aún pasaba por la propaganda alemana. El joven Polanski aprovechó aquellas lecciones que le hicieron decidirse por su vocación de cineasta. Estudió en la Escuela Nacional de Cine de Lodz, haciendo sus primeros pasos como actor a las órdenes de Andrzej Wajda en el filme Pokolenie. Con una larga experiencia en el cortometraje encontrará los rasgos de su futuro cine: el humor negro y el lado más surrealista de las relaciones humanas. Polanski debutó en el largo en 1962 con El Cuchillo en el Agua, candidata al Oscar como mejor película extranjera. Repulsión y La semilla del diablo lo consagraron como uno de los grandes del cine mundial.

EL CARÁCTER DE SU OBRA

La obra de Roman Polanski se construye en torno a atmósferas particulares, a espacios y tiempos distintos en los cuales sus personajes se desarrollan y relacionan, esbozando un universo cinematográfico y conceptual. La vastedad y diversidad de géneros abordados define su estilo a partir de una serie de elementos que lo atraviesan y lo unen.

El uso de estructuras circulares es un recurso estético que se repite en casi toda su obra. Construye en el espectador impresiones diferentes de una misma situación. El espectador es siempre el observador privilegiado para percibir la doble capacidad que tiene la imagen de mostrarse; un aspecto que remite al «voyeur». Recurso a partir del cual el espectador observa sin ser visto una imagen que lo involucra en su atracción o repulsión.

Los climas opresivos de sus películas son representados a partir de diversos escenarios. Esos climas en que sumerge a sus personajes son logrados a través del trabajo de arte, la fotografía, el diseño de sonido y el diseño de producción, y constituyen el marco en el que Polanski explora los dispositivos oscuros de la mente humana e intenta desentrañar las motivaciones más profundas de sus personajes dentro de sus relaciones interpersonales, así como la imagen que obtienen de sí mismos al verse reflejados en los otros.

La angulación y la composición del cuadro son elaboradas en función de los lazos de poder establecidos. Sus cambios responden a las fluctuaciones que tienen las relaciones entre los personajes. Los conflictos se representan en el espacio cinematográfico y durante un periodo de tiempo: el plano secuencia. Los personajes entran y salen del cuadro, acompañados o abandonados por la cámara mientras el encuadre se recompone constantemente.

La construcción del punto de vista se materializa a través del fluir entre lo neutro y lo subjetivo, estableciendo la transición como una continuidad del plano secuencia. A partir de la puesta en escena Polanski presenta a los personajes y establece la conexión entre los distintos hilos de la trama; pudiendo representar un inicio azaroso a partir de un cruce de caminos que pauta con fatalidad el desenlace de la historia.

Polanski es un realizador que demuestra su solvencia estética en la construcción de un estilo propio que permanece a pesar de los altibajos de su obra, inseparables de las turbulencias de su vida. Así como enfrenta a sus personajes al reflejo que los otros les devuelven, Polanski se enfrenta a sí mismo - y a su arte - bajo su propio y particular reflejo, sus películas.

El cine de Roman Polanski siempre ha versado sobre los límites que existen entre la fantasía y la realidad, poniendo en juego las psiques de sus atormentados personajes en cualquier género cinematográfico, desde el drama a la comedia, pasando por el terror, incluyendo los subgéneros. En cambio, las constantes sorpresas sobre la ecléctica gama de géneros con la que Polanski sigue trabajando, hacen más difícil establecer una línea visual que una su filmografía. Sí hay un elemento que encadena visual y teóricamente es la escenografía, entendida no sólo como el conjunto de decorados y demás elementos espaciales que rodean a sus películas, sino como las claves, y significados de los mismos. En su cine, nos encontramos ante una visión espacialmente pesimista y simbólica de lo que viven sus personajes, haciéndoles replantear incluso la noción sobre sí mismos. Lo que da forma a un más que interesante y necesario ejercicio teórico práctico acerca del programa escenográfico-psicológico de las películas del director francés.

Cinco películas claves en la filmografía de Roman Polanski

Repulsión (1965)

"Repulsión" es una película de terror que retrata el miedo de manera simple, corporal, sensitiva y es capaz de sacarnos de nuestro eje de equilibrio. Relata la transformación que sufre Carol (Catherine Deneuve) cuando queda sola en su departamento tras el viaje de su hermana. Ella comienza a sentir miedo, y a escuchar pasos en el pasillo. Alucina. Polanski narra su film sin perder nunca el punto de vista de Carol.

Carol es joven, bella y muy tímida, frágil, y extranjera. Trabaja en un salón de belleza y vive con su hermana mayor Helene en Londres. Al principio, su comportamiento parece algo y distante, pero resulta normal para todos los que la rodean. Pronto nos damos cuenta de que ella es antisocial y tiene miedo psicopatológico a los hombres y al sexo. Cuando Helene se va de viaje con su novio, Carol se aísla en el apartamento y se rinde a sus fantasías que la llevan por un camino de alucinaciones hasta llegar al asesinato.

Polanski da una lección de cine. Sus imágenes informan al espectador y lo liberan para sacar sus propias conclusiones. El film puede ser dividido en tres partes: en la primera, Carol camina por el pasillo de entrada al departamento y cree que brazos que salen de las paredes la quieren tomar. En la segunda, cuando su novio la visita e intenta violarla, ella consigue zafarse y matarlo. La tercera mostrara el declive mental de Carol. Ya no sólo distorsionará el espacio, sino también el tiempo.

Polanski usa "el mundo exterior" de una manera inteligente para darnos el diagnóstico completo que provoca la desestabilización de Carol. Siente los síntomas que suelen afectar a los extranjeros, una especie de alienación social, mezcla de presiones dominantes y el interés propio de las personas cercanas a ella. Los hombres que se le acercan junto con sus propios miedos sexuales son vehículos catalizadores. Crean la imagen de un mundo amenazante y una sensación de indefensión en ella misma. Luego comienza a tener una serie de problemas que lentamente la llevan a la locura. Todo este proceso, tan natural y simple, se vuelve inquietante.

La primera parte es deliberadamente lenta. Una realidad que genera tensión y pronto da paso a un mundo de pesadilla. La realidad se transforma en un infierno. Carol pasa de ser una extraña a una psicópata. En la segunda parte, es la casa la que se convierte en un personaje. Sus dimensiones y formas aparecen distorsionadas. En la tercera, los objetos se transforman en símbolos que representan lo que está sucediendo dentro de su cabeza. Todo simboliza el declive mental de Carol. Distorsión de tiempo, espacio, y personalidad.

El film es un ejercicio brillante sobre la paranoia que se mantiene vigente pese a los años transcurridos desde su estreno. Continúa siendo una de las películas más inquietantes de la historia del cine, y logra evocar una atmósfera llena de temor y miedo sin recurrir a obviedades. La actuación de Deneuve y la dirección de Polanski conforman una dupla insuperable que hace de esta obra algo esencial para todos aquellos que aman al cine. Una de las películas más notables y recordables de la década del `60, y una de las de terror más escalofriantes jamás realizadas.

La Danza de los Vampiros (1967)

Película brillante, muy bien filmada y llena de detalles, dotada de una atmosfera pesadillezca, resulta muy divertida. Es una especie de cuento de hadas del invierno transilvano a finales del siglo XIX. “La Danza de los Vampiros” es un homenaje al género de vampiros en clave de humor y con cierto toque erótico.Montada como una obra cercana al absurdo, mezcla de película de terror y comedia, tiene muchas escenas divertidas que generan un entretenimiento genuino. La Danza de los Vampiros tiene el sello inconfundible del humor de Polanski, quien en este film lleva al absurdo a límites insospechados. Con una arquitectura cinematográfica avasallante y detalles estéticos muy cuidados, su ambientación resulta magnífica, al igual que sus personajes, y el vestuario. Los rubros técnicos son inobjetables. El guión está lleno de gags cómicos, diálogos burlones y afilados. Los planos y movimientos de la cámara hacen que la fotografía sea extraordinaria. Su narrativa es brillante, sumamente entretenida y divertida. Siendo una obra menor, es una de las mejores películas de género realizadas por Polanski. Sus películas suelen tratar el contraste entre el amo y el sirviente, los empoderados y los impotentes. El supuestamente benigno Abronsius intimida a Alfred para sus propios fines, así como los vampiros consideran a toda la humanidad un recurso para su supervivencia. La incompetencia del profesor Abronsius, inspirado en el Profesor Van Helsing, torpe y despistado, la cautivante personalidad del conde, la belleza impactante de Sharon Tate, el amanerado vampiro Herbert, conforman un conjunto de personajes que realza la historia. Acompañado de un gran elenco, luce Sharon Tate como Sarah, inocente y encantadora. Su escena de la mordedura con Polanski es realmente inolvidable, Jack MacGowran como profesor Abronsius es simplemente genial. Los diálogos son también excelentes. Al personaje del vampiro Shagal una mujer le clava un crucifijo en la cara. Shagal, un vampiro judío, le responde:- "¡Oy-yoy! Te equivocaste de vampiro" y termina mordiéndola. El Conde Von Krolock (Ferdy Mayne), se ve como un Nosferatu que necesita realmente una transfusión. También es gracioso Herbert, el vampiro abiertamente gay que evoca las desviaciones sexuales implícitas en las primeras películas de Hammer como The Brides of Drácula (1960) y Kiss of the Vampire (1964). Polanski logro una puesta en escena realmente extraordinaria en su farsa sobre el vampirismo. Hay varias escenas destacables. La del salón de baile espejado donde los humanos se reflejan pero no los vampiros es notable. El tratamiento del color también es excelente. Las escenas exteriores recuerdan a las tarjetas de Navidad. La fotografía fue obra del maestro Douglas Slocombe. La película está extremadamente bien montada con escenarios maravillosos, especialmente el castillo de los vampiros. En conclusión, “La Danza de los Vampiros” es un claro exponente de la capacidad narrativa de Polanski, acompañado de algunos de los mejores artesanos del cine inglés como el camarógrafo Douglas Slocombe, el diseñador de producción Wilfrid Shingleton y el coreógrafo Tutte Lemkow. La maravillosa música de Krystof Komeda, con sus extraños efectos corales y pequeñas melodías La partitura de Komeda comunica el aislamiento de Kafka del entorno y los personajes.

El Bebe de Rosemary (1968)

El famoso edificio Dakota en Nueva York (aquí llamado Bramford) es el escenario de este film. Su estilo gótico proporciona la atmósfera perfecta, para la pintura de un mundo oscuro dentro de un entorno moderno. En Bramford hay una apariencia de normalidad tal que oculta lo que realmente está sucediendo. El mantenimiento del punto de vista en el guión hace que esta película se vuelva escalofriante.

Basada en la novela “La Semilla del Diablo” de Ira Levin, con una notable adaptación del propio director, Polanski realizó su película más famosa y polémica, interpretada por John Cassavettes y Mia Farrow. Este film abordó el mundo del satanismo, narrando la historia de un matrimonio, Rosemary y Guy Woodhouse, quienes se mudan a dicho edificio donde en el pasado han ocurrido algunos crímenes. Allí, conocerán a sus vecinos, una extraña pareja de ancianos, que les prestan ayuda. Aunque muy amigables, hay algo extraño en ellos: por ejemplo, los sonidos que provienen de su departamento, el hecho de que eliminan todas las imágenes de sus paredes cuando los Woodhouse los visitan y algunas cosas más.

Al principio, nada sugiere que estamos ante un film de terror. Pero de a poco, todo empieza lentamente a torcerse sutilmente, con la inexplicable muerte de una joven vecina y la obsesión de Rosemary por tener un hijo. Rosemary tiene un sueño. Este será un quiebre magistral del relato de Polanski. De aquí en adelante nos será imposible diferenciar la realidad de la fantasía. La paranoia parece apropiarse totalmente de la protagonista, que comienza a sospechar que cada uno de los vecinos del edificio, forma parte de una secta esotérica, que han convencido a su marido a que entregue al niño, el hijo de Satán, para que reine sobre el mundo. La realidad se superpone con la fantasía. Temores y preocupaciones relacionadas con el embarazo se superponen con fantasías diabólicas de insospechadas consecuencias.

La sutileza es clave. A medida que aumenta la tensión, Rosemary siente: curiosidad, luego una vaga sospecha, más tarde un terror paralizante ante la revelación final. Polanski elige el tono y el ritmo perfecto. El ambiente del film se percibe desde los mismos créditos de apertura mientras escuchamos una canción de cuna. Hutch, un amigo, le cuenta a la pareja sobre el horrible pasado de la casa en la que viven. Una vecina de los Woodhouse se suicida, Guy, que es actor, obtiene el papel que tanto deseaba después de que el concursante que debía interpretarlo queda ciego. Hutch, de repente, entra en coma, y muere tres meses después. Todos estos eventos son insertados por Polanski con suma pericia. Logra la atención del espectador, mientras asegura que la película no se vuelva absurda, consiguiendo un final que funciona y mantiene el sentido perturbador del relato. Uno de los muchos lados del genio de Polanski es sugerir. Y lo que sugiere es tan monstruoso que no queremos creerlo.

La fuerza de la película está en el gran guión, que a través de su trama y diálogos implica y sugiere. El suspenso va escalando. La subjetividad de la historia se mantiene hasta el final. Podríamos decir que Rosemary sufre de delirios. Su interpretación basada en percepciones, imágenes y miedos de la protagonista queda librada al entendimiento de cada espectador. Al igual que Rosemary, no descubriremos la supuesta verdad. Creer que todo es real o incluso lo contrario son posibilidades ciertas.

BARRIO CHINO (1974)

Chinatown fue aclamado como el modelo de una película negra. Comienza lentamente, con un detective privado asumiendo lo que parece un caso de rutina. Pero pronto se encuentra enredado en una red de conspiraciones, asesinatos, mentiras y engaños. La trama se mueve sin descanso hacia una resolución final que es verdaderamente épica y dramática.

Ambientada en 1937, todo estará conectado: la escasez de agua, la maldad de los protagonistas, la falta de confianza, el sentimiento de culpa, y la malsana avaricia. Envuelta en un suspenso sostenido, J.J. Gittes, un investigador privado, tratará de descubrir qué está sucediendo. Es un duro vulnerable de complejo carácter.

Polanski alcanza con "Chinatown" su mejor momento creativo como un director de estudio haciendo un gran trabajo al poner esta historia en un entorno certero, pero también logra mostrarnos una oscuridad omnipresente (el cine negro de los ´40) que aparece sutilmente a lo largo de la película. En medio de todo esto, el guión introduce a Noah Cross (un genial John Huston como actor), Cross será la cara más dura de la corrupción reinante en Chinatown. Él será quien le dice a Nicholson que no tiene idea de en qué se está metiendo.

Barrio Chino recrea un género sombrío con una visión pesimista de Los Ángeles de 1930. Desde la elección de colores a la actuación de Dunaway y Nicholson, introduce personajes inquietantes arquetipos del cine negro. Se los ve al escuchar sus palabras y al observar sus acciones. Además del impecable guión de Robert Towne, autor también de El Ultimo Deber de Hal Ashby (1973), todo es perfecto.

Jack Nicholson y Faye Dunaway llevan la película con sofisticación y dignidad. La impresionante actuación de Dunaway llena cada escena con un aura de misterio. Huston, da el corazón de la propia corrupción. En escenas breves, crea un personaje malvado que afectará la vida de los demás personajes. El trabajo de cámara y la edición no podrían ser mejores. Jerry Goldsmith musicaliza el fim en torno a un tema que hará época.

Polanski merece gran parte del crédito. Cuando Gittes sorprende a Evelyn Mulwray en su auto, después de que la sigue a la casa de su hija, su rostro se desploma hacia adelante y hace sonar la bocina brevemente. Entonces, tan débilmente, escuchamos a unos perros ladrar en el fondo. No solo la escena, exquisitamente hecha, prefigura el final. Chinatown funciona como homenaje a un cine de género. El film se destaca como uno de los mejores ejemplares del “film noir” después de mucho tiempo. Recupera un género que parecía perdido.

El Pianista (2002)

El Pianista es un relato basado en la vida real. Refiere a la experiencia sufrida por un pianista polaco durante la Segunda Guerra Mundial, inspirada en el contexto de la deportación de la comunidad judía al Gueto de Varsovia.

La película muestra la guerra desde el punto de vista del pianista a través de ventanas, puertas entreabiertas, agujeros en las paredes, apoyado en una cámara que corporiza la visión de quien está contando los hechos al mismo tiempo que los está viendo. Uno no puede evitar sentirse perturbado por el realismo de las escenas, mientras el protagonista trata de asegurar su supervivencia en el gueto huyendo y escondiéndose, moviéndose de una casa a otra, hambriento y asustado convirtiéndose gradualmente en una sombra de su antiguo yo, entre las ruinas de Varsovia.

El pianista es un personaje desesperado y a la deriva, rodeado de personas que aparecen y desaparecen de su vida, algunos ayudándolo generosamente, otros aprovechando su desesperación, que mantiene siempre un comportamiento casi desapasionado. Hacia el final, aparece un signo de humanidad en una de las escenas más fuertes. Un oficial alemán obliga al pianista a tocar para salvar su vida. Es el único momento de humanidad mostrando que no todo estaba perdido.

Polanski mezcló sus recuerdos con sus experiencias. Él mismo escapó del terror de ser prisionero en el Holocausto, perdiendo a su madre y a otros miembros de su familia. Ahora los utiliza para darnos una película sobre el horror de la guerra que suena como un gran alegato a favor de los derechos humanos. Retrata sentimientos como la desesperanza, la soledad, y el odio.

El film relata un momento en la vida de Wlad Spielzman, un músico polaco que los alemanes detienen transformándolo en un prisionero de guerra en los tiempos del gueto de Varsovia. Spielzman sobrevive solo por la amabilidad de sus vecinos. Es un hombre común. No es rebelde y mucho menos, un hombre sediento de venganza. Es un hombre que solo desea sobrevivir a la guerra. Está desesperado, teme por su vida y quiere mantenerse escondido. Solo se comunica con los demás para recibir ayuda. Adrian Brody es el actor que personifica a Spielzman, el hombre desposeído, un pianista que pierde todo: familia, libertad y casi su vida.

En 2003, El Pianista ganó los premios al mejor actor, mejor director y el guión adaptado ese año, pero no ganó el de mejor Película. No por ello, El Pianista deja de ser un muy buen film. Es una historia hermosa y oscura sobre un hombre y su lucha por sobrevivir. El final es conmovedor. Nos da a entender que a veces un solo hombre puede marcar la diferencia en medio de una multitud.

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