JEAN-LUC GODARD
Sin Aliento (1960) de Jea-Luc Godard
No es necesario mentir. Es como el póquer. La verdad es lo mejor. Los demás creen que estás mintiendo, pero vos ganas.
Se trata de un film revolucionario. Godard fue considerado el cuarto director más influyente de todos los tiempos (detrás de Welles, Griffith y Hitchcock). Sin Aliento es puro estilo: estética, modo de producción, temas y formas narrativas. Toda la película se filmó con una cámara de mano por dos personas (Godard y el fotógrafo Raoul Coutard) con un presupuesto que no superó los 50.000 dólares. Esto último sería otra de las premisas del nuevo movimiento, al igual que el uso del montaje.
Los métodos narrativos son quizás la parte más fascinante de la película. Los cortes de salto del tiempo, en su época, fueron una innovación trascendental. Las técnicas de montaje existían desde el comienzo del cine. De hecho, la duración del rollo imponía el corte. Lo nuevo de Godard era utilizarlo de otra manera. Básicamente, no respetaba la continuidad de la historia que contaba. Le interesaba el personaje.
La trama es un thriller criminal típico del cine americano. Un ladronzuelo que escapa de la policía y alguien muere. Una trama típica y convencional con un enfoque diferente. Godard genera una ruptura en la narrativa clásica, la película tiene poco equilibrio. Los motivos del protagonista no están claros. En la narración clásica la trama progresa. En Sin Aliento no lo hace. Lo que importa es la estructura narrativa, y sobre todo, los personajes.
Sin Aliento produce una sensación de realismo nunca antes visto, trata de retratar la vida misma de sus personajes. El futuro es una incógnita, pero el camino está lleno de digresiones, exploración, confusiones, egos y aspiraciones. La relación entre Michel y Patricia es el corazón de la película, especialmente una escena larga en el apartamento de Patricia donde los personajes fuman, coquetean y juegan en la cama.
En Sin Aliento la pregunta es una respuesta: "¿Qué esperas lograr en la vida?" Una respuesta filosófica que se hacen todos los personajes del film. Todos necesitan tener el control de su destino. Quieren ser alguien pero no pueden serlo. Todo es una contradicción. Godard maneja cada escena con ingenio y energía. Los personajes son notables, tanto espiritual como psicológicamente. Utiliza las técnicas con una destreza notable. Además sabe de edición. Y lo aprovecha. Es un narrador nato que sabe dar ritmo a la obra. Observa a sus personajes. Le da a cada escena el tiempo correspondiente sin que le importe la duración.
Jean Seberg esta excelente en su papel. Pero Belmondo como Michael realiza una labor consagratoria. Su personaje no genera simpatía. No obstante, el espectador no puede dejar de sentir cierta piedad y simpatía por él. La genial partitura de jazz se suma al tono moderno y relajado. Es una película insoslayable en la historia del cine.
Vivir su Vida (1962) de Jean Luc Godard
Cuanto más hablamos, menos significan las palabras.
Paul (André Labarthe) y Nana (Anna Karina) se están separando. Godard los toma de espaldas a la cámara. Nana dice que quiere morir. Al inicio, el film cita: “Préstate a los demás y entrégate a ti mismo". Es un imperativo. Acéptate tal como sos. Tal como se evalúa al arte. Acéptalo como es.
"Los pájaros son criaturas con un exterior y un interior. Cuando quitas el exterior, ves el interior. Entonces puedes ver el alma". "Vivir Su Vida" es una película sobre una joven confundida (Nana) en medio de una crisis existencial. El objetivo de Godard es documentar lo que está viendo la cámara. Nana se separa de Paul y se dedica a la prostitución. Simplemente sucede. No hay drama. Ha trabajado en una disquería atendiendo al público. Ahora está atrasada en el pago del alquiler de su departamento. Necesita dinero. Se prostituye amparada en su creencia del libre albedrío. La vemos con su primer cliente. La expresión de emoción reprimida en su rostro es inolvidable. A medida que se descontrola, se vuelve cada vez más alienada y confusa. Culmina con una escena en un restaurante, donde ella desnuda desesperación ante un filósofo bien intencionado, que responde a sus preguntas sobre el abismo que siente entre sus palabras y sus emociones. La prostitución no se utiliza aquí como metáfora política. Simplemente, Nana se ha despojado de su antigua identidad y ha adoptado una nueva: la de prostituta. El final resulta abrupto pero es diferente de sus otras obras.
Godard divide a la película en 12 capítulos, con títulos explicativos de lo que va a suceder, mientras continúa con sus experimentos creativos separando el sonido de la imagen. El film es ficción pura. Hacia el final, Nana está con un joven que le gusta. La atracción es mutua, tal vez sea amor. Su conversación, no se escucha, solo vemos en la pantalla subtítulos.
El director indaga aquí sus motivos existenciales con sensibilidad. Cuando ella dice que "un plato es un plato" y una "vida es una vida", la tristeza de sus ojos delatan el tormento de una mujer que se siente fuera de sí misma. Nana rompe con su amante, se prostituye, no consigue actuar en cine y es desalojada de su departamento. Obtener cierto control sobre su mundo es algo que ella es incapaz de conseguir. Nadie querría vivir en ese mundo.
El movimiento deliberado de la cámara, la actitud desafiante hacia la gramática cinematográfica y el sentido del ritmo crean una película que, aunque ficticia, es un retrato humano. Experimentando con el sonido, incluso abusando con primeros planos, accede a otro nivel de significado. A veces hay cortes, pero nunca decisiones arbitrarias. Sus elecciones sirven a propósitos específicos y responden a los objetivos de la película. Un ejemplo de ello es la escena de Nana escribiendo una carta. Cualquier director le dedicaría apenas unos segundos. Godard coloca la cámara fotografiando un primer plano de la carta. La toma muestra todo el proceso. Se observa la letra de Nana y el tono serio de la carta. Ese detalle define en gran medida el cine de Godard.